Mi afición al cine me vine arraigada desde que era niña. Con
tan solo cinco años sabía manejar perfectamente el aparato reproductor de
vídeo. Yo misma me subía sobre una de
las sillas del salón para alcanzar los estantes más altos donde estaban todas
las cintas VHS. Era una verdadera acción de virtuosismo estar haciendo
equilibrios en la silla mientras sujetaba sobre una de mis manos las películas
Disney e intentaba alcanzar con la otra el resto de películas ocultas al fondo.
Me encantaba explorar por aquellas filas interminables de películas. Encontraba
títulos como La Naranja Mecánica, Titanic, Orgullo y Prejuicio, Crash, Cuatro Bodas y Un Funeral etc. Siempre me picaba la curiosidad por
saber de qué trataban aquellas películas e intentaba ver pequeños fragmentos a
escondidas de mis padres. Claro está que no era fácil, así que cuando no lo
conseguía yo misma me intentaba imaginar la historia viendo la carátula de la
caja.
Recuerdo que hasta hace unos siete años mi padre nos llevaba
a mi hermana y a mí todos los viernes al videoclub donde alquilábamos una película
para el fin de semana. Siempre acabábamos echando a suertes qué película nos íbamos
a llevar de todo el montón que habíamos seleccionando. Una de las películas que
más veces alquilamos fue Chitty Chitty
Bang Bang. Mi padre nos asesoraba sobre las películas que coger. Siempre ha
sido muy aficionado al cine, supongo que esa parte la he heredado de él.
Otra cosa que me une íntimamente con el cine es mi pasión
por actuar. Pertenezco a un grupo de teatro y me encanta aprender viendo cine. Si el tiempo y mi economía me lo permiten suelo
ir al cine varias veces al mes. Además suelo coger bastantes películas
prestadas de la biblioteca. Disfruto rebuscando entre sus inmensos cajones,
nunca se sabe con qué historia te puede sorprender de nuevo el maravilloso
mundo del cine.
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